24 ago 2010

la cara oculta de FACEBOOK

Los departamentos de recursos humanos al leer tu currículum te buscan en el facebook, esta es solo una de las consecuencias de haber dado nuestra información personal para siempre a facebook.

19 ago 2010

MICROMEGAS

Elogio esa capacidad innata de Voltaire  para reírse de todo y para mostrar las miserias de un siglo. Una actitud más que necesaria en estos tiempos que corren.

Micromegas es un cuento filosófico de Voltaire que apareció en 1752. Ha sido considerado retrospectivamente una de las primeras obras de ciencia-ficción.El cuento describe la visita a la tierra de un ser originario de un planeta de la estrella Sirio, llamado Micromegas, y de su compañero del planeta Saturno.

Voltaire describe al personaje Micromegas ,como un gigante de 8 leguas de altura (32 kilómetros). Este descomunal tamaño es debido a que su planeta es mil veces mayor que el nuestro. El protagonista deberá abandonar su planeta debido al enfrentamiento con el Muftí de su país. Este Muftí es descrito como gran quisquilloso y muy ignorante, que, debido a los estudios de Micromegas sobre la verdadera naturaleza de la pulga siriana en relación con los caracoles, exilia durante 800 años a éste por su flagrante herejía.

Voltaire arremete contra la estupidez y cerrazón de la jerarquía, que prohíbe algo que en realidad no comprende, aunque se demuestre científicamente .

Voltaire parte de sus propias meditaciones científicas, típicas del período de Cirey, y aborda el tema de la relatividad en sentido moral: si el hombre no es sino un punto imperceptible en el universo, ¿cómo justificar su orgullo?; su pretenciosa metafísica sólo conduce a la intolerancia y al ridículo.  

Subraya la noción filosófica de relatividad y en él hay una crítica hacia la religión.

 

Sinceramente, lo que me hace

pensar que no hay habitantes

en esta esfera es que me parece

que ningún ser sensato estaría

dispuesto a vivir aquí.


 -Bueno- dijo Micromegas-

quizá los seres que la habitan

no tienen sentido común.


 Un extraterrestre a otro,

Al acercarse a la tierra,

 

Micromegas (1752)

 

9 ago 2010

voy a vagabundear por tierras de Arturo...


El manual de la culpa enfermiza

Génesis, narra que Yavé prohibió bajo amenaza de muerte comer del árbol del conocimiento del bien y el mal. Esta sencilla advertencia delata la perspectiva del autor: es imposible que en el principio de la vida Adán hubiera entendido lo que significaba morir. Semejante frase sólo tendría sentido para quien ya supiera lo que era la muerte, es decir, para los lectores.
Del mismo modo, antes de adquirir el conocimiento del bien y el mal Eva no podía juzgar la calidad moral de sus actos. Ni siquiera sabía para qué servía el dichoso árbol. Sin ese conocimiento, el nombre “árbol del bien y el mal” no le habría comunicado nada que pudiera entender. No es la forma que usaría un dios para explicarles la situación a sus ignorantes criaturas. Es como pedirle a un aborigen que firme un cheque sin antes explicarle para qué sirven los bancos.
Cuando leemos que Eva fue castigada con los dolores del parto (y después dicen que Dios no es sádico), resulta difícil imaginar que ella siquiera hubiera entendido lo que era un parto. Así, a lo largo del comienzo del Génesis, Yavé dice un montón de cosas que habrían resultado totalmente incomprensibles para los primeros humanos, en particular desde la perspectiva de recién llegados a un mundo sin historia ni civilización. ¿Por qué a Adán y Eva les iba a importar estar desnudos? Sólo para un lector muy posterior existiría la necesidad (creada) de ponerse ropa. Los primeros humanos no tenían forma de saber lo que era eso. Nunca habían visto a nadie vestido ni tenían razón para suponer que la desnudez tuviera algo de malo. La necesidad de vestirse sólo existe para el autor del libro y sus lectores.
La orden a Noé de construir una barca no habría tenido el menor sentido pra alguien que vivía en una cultura que nunca había navegado. Pero el anacronismo más espectacular está en la espada flameante que expulsó a los inquilinos del Edén. ¿Vamos a creer que Adán y Eva percibieron ese objeto como una amenaza en una época en que el hierro no se había descubierto, la metalurgia no se había inventado, no se había peleado ninguna guerra y, en consecuencia, no se habían forjado espadas en ninguna parte del mundo? Además, sin haber visto a ningún muerto, difícilmente nuestros supuestos ancestros pudieron haberse sentido intimidados.
¿Quién enseñó a Caín y Abel a hacer ofrendas? ¿Ya había sacerdotes para entonces? Es más: ¿cómo sabía Abel la forma correcta de presentar su ofrenda? Aparte de inventar la espada, ¿tuvo Dios necesidad de inventar también la liturgia? Todos estos eventos revelan un conocimiento muy posterior al entorno primitivo de sus personajes y una visión claramente antropocéntrica del mundo.
La descripción del segundo día de la creación, con sus aguas de arriba y sus aguas de abajo, es un excelente ejemplo. Se supone que Yavé habita un espacio sobrenatural separado de nuestro universo. En ese caso, no habría tenido un punto físico de referencia para separar las aguas. Las palabras “arriba” y “abajo” sólo tienen significado para alguien situado en el plano material, un habitante de la Tierra.
Tenemos confirmación de este punto de vista en Job, donde el arrogantísimo Dios dice que la Tierra descansa sobre cimientos, afirmación imposible para un creador enterado de la redondez de nuestro mundo. Sólo un autor primitivo habría soltado esta referencia a una Tierra horizontal, plana.
De nuevo en Job, Dios habla de la creación de los animales, y menciona que puso al asno salvaje en el desierto porque no le gusta el ruido de la ciudad. ¿Dios habría pensado en ese detalle cuando aún no había ni gente que construyera ciudades? Éste y otros comentarios revelan que es realmente el autor quien está hablando.
En las descripciones alegóricas de Dios es frecuente encontrar rasgos humanos, que suelen explicarse como la solución que el autor encontró para describir la idea que quería comunicar. Pero estas representaciones antropomorfas son utilizadas por el mismo Dios cuando se muestra, lo que resulta sospechoso.
Ezequiel cuenta que Yavé ocupa un trono de zafiro que anda sobre ruedas. Para qué necesitaría el topoderoso tan complicado medio de transporte es algo que Ezequiel no nos dice, pero sí procede a describir el cuerpo de Dios como mitad fuego y mitad metal. En el Apocalipsis el trono está rodeado de un arco iris esmeralda y un mar cristalino, y su ocupante brilla como el jaspe. Tantas referencias a gemas intrigan. ¿Para quién son importantes las piedras preciosas? ¿Para Dios, que supuestamente las creó a todas y no tiene necesidad de ellas, o para nosotros, que les hemos dado su significado y valor? En el Apocalipsis Jesús lleva puesto un cinturón de oro, pero sólo para nosotros es importante ese detalle.
Es como el período profético de mil años: ¿por qué escogería Dios precisamente ese número? ¿Por qué mil años y no doscientos veintidós, o cinco mil cuatrocientos veintinueve? El número mil solamente es impresionante para nosotros, los seres humanos, que tenemos diez dedos y contamos el mundo en grupos de diez y potencias de diez. Fue un ser humano quien tuvo la idea de ese número, un ser humano quien concibió y redactó el libro.
Los fenómenos del cielo son descritos con instrumentos de fabricación humana: un rollo sellado, candelabros, antorchas, copas, trompetas. El cielo se parece demasiado a la Tierra. Por lo menos Dante es más honesto y se vale de una representación abstracta para ilustrar el aspecto de Dios: una formación triangular de esferas luminosas. El Dios del Apocalipsis se sienta en un trono de rey y reparte arpas a los santos. ¿Hará falta recordar que la monarquía y la música son invenciones humanas?
A partir de todos estos ejemplos queda claro que Yavé y todo lo asociado a él son fabricaciones de origen humano, abstracciones que los autores adornaron con sus propios símbolos, imágenes que solamente tenían significado para quienes escribieron sobre ellas. Dios es una producción cultural.